lunes, 2 de julio de 2012

La mayor de las pérdidas

Alguien dijo: "El mayor desperdicio es la diferencia entre lo que somos y lo que podríamos ser"

        Encontramos un relato bíblico (Marco 6:1-6) en el que Jesús, al final de su labor inicial en Galilea, visita su tierra natal de Nazaret.

        Al contemplar la adversidad con que es recibido y el escándalo que provoca entre que sus paisanos más cercanos, acaba diciendo aquella frase tan conocida en nuestros días: "No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa".

        Sin embargo hay otro detalle en este relato que llama, al menos para mí, especialmente la atención; tiene que ver con las consecuencias que el rechazo y la animadversión con que Jesús es recibido entre los suyos, trae para el pueblo de Nazaret: "(Jesús) no pudo hacer allí ningún milagro".  El pueblo que le vió crecer sufrió la gran pérdida, el desperdicio, de no recibir las bendiciones que el Hijo de Dios ya había derramado sobre las multitudes de la provincia de Galilea, y todo esto por la manifiesta incredulidad de sus vecinos.

        Os propongo que hoy, igual que ayer, muchos sufrimos la pérdida de grandes bendiciones que Dios quiere darnos por motivos similares.

        Algunas de las causas de la incredulidad de Nazaret fueron:
  • Su ignorancia en cuanto a la identidad de Jesús.
  • Su acercamiento netamente racional a su persona.
  • Su exceso o mal entendimiento de la familiaridad con Jesús.
        En una reflexión más pausada al respecto, os propongo que estos pueden ser también males que nos aquejan también a nosotros hoy, trayendo la gran pérdida de la diferencia entre los que Dios quiere hacer de nosotros y lo que en realidad está pudiendo hacer por las limitaciones de nuestra propia incredulidad.

Para ampliar en estos contenidos, pulsa más abajo en el soporte que desees: